sábado, 14 de junio de 2014

Amanecer entre Maravillas.3




Abro los ojos como platos. ¿Por qué me mira así? Dirijo las vistas hacia las telas… ¡Mi pijama! ¡¿Qué hacía ese bicho con mi pijama?! De un manotazo me apodero de las prendas y huyo de la cocina. Corro por el pasillo, cuando vuelvo a encontrarme con el felino en medio del camino. Pero esta vez, en vez de maullar, una perversa sonrisa se dibuja en su rostro. ¿Un gato sonriendo? ¡Me estaba volviendo loca! Sin pararme a contemplarlo, lo esquivo y sigo corriendo hasta esconderme tras la primera puerta que veo. Entro en el lavabo contiguo al salón y atranco la puerta, respirando con dificultad. Me alejo entonces de la puerta y me meto en la bañera vacía, con las mantas y todo. Me repito varias veces la misma pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando?..., pero no hallo la respuesta ninguna vez. ¿Quiénes son? El conejo parlante, el cambio de mi cocina, el hombre de la chistera, el gato extraño… Intento recordar lo ocurrido de la noche anterior, pero tan solo llego a vislumbrar imágenes sueltas: Yo vestida con un precioso vestido corto de color escarlata, una música estridente, un recinto prácticamente a oscuras… Un hombre alto que me invita a una copa, mi amiga como una loca gritando “¡Marcha! ¡Marcha!”… Vale-pienso- ayer me fui de fiesta. ¿Pero llegué a casa con el hombre que se está afeitando en mi baño? Hago un esfuerzo por recordar, pero después de la primera copa que me sirvió él, todo se vuelve borroso en mi cabeza. Que poco aguante, nena-me replico. Envuelta en mis rebanares de cabeza, unos golpecitos en la puerta me devuelven a la realidad.

-Preciosa, sal del baño. ¿Todavía estas arreglándote? Vas a llegar tarde-me dice la voz al otro lado. Es el hombre de la chistera.
Por su modo de dirigirme la palabra y ese mote cariñoso, temo la posibilidad de haber contactado con él de un modo demasiado… Íntimo. Me muerdo el labio, sin saber qué hacer. Imposible. Si me hubiera acostado con él me acordaría. Jamás bebo si voy a entrar en esos terrenos. ¿O él fue la excepción? Toda mi cabeza da vueltas, intentando encontrar un significado lógico y razonable a todo esto. Pero me desespero en cuestión de segundos. ¿Qué va a hacer conmigo? ¿Y si es un asesino que está jugando conmigo, esperando a la oportunidad adecuada para matarme? Pero entonces todo el despliegue de mi cocina y el conejo esquizofrénico, más el gato, no tendrían sentido. Entonces me viene una idea mucho más lógica para esta situación. Me levanto de la bañera y me miro en el espejo que hay sobre el lavamanos. Observo el color de mis ojos y mi rostro. ¿Y si me ha drogado? Todo entonces tendría sentido. Solo son ilusiones provocadas por la droga que me altera el cuerpo. Pienso detenidamente… pero aún así no sigo convencida de ello. No me siento extraña, ni eufórica. Tan solo siento un pequeño martilleo en la cabeza, provocado por la resaca. Pero esa idea era la única excusa lógica para todo lo que estaba pasando. Entonces, decido aferrarme a ella con todas mis esperanzas, como un niño que se aferra a su juguete más preciado. Respiro hondo y miro la puerta.

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