lunes, 25 de agosto de 2014

Vida y Muerte II



Tan solo quería huir de allí, no volver a ver a Muerte y esconderse con su hijo. Un hijo, que también era de él.

-No huyas-rugió Muerte, exasperado.

Su voz rota retumbó en todo el bosque, y bandadas de pájaros huyeron de las copas de los árboles a una velocidad vertiginosa.
Vida se mordió el labio, intentando ahogar un grito. Aquella voz la aterraba, pero también creaba en ella un anhelo indescriptible. El anhelo de un amor imposible, una relación contra naturam. Se odiaba cada día por ello, por haberse enamorado de Muerte.
Divisó un claro a varios metros de ella, e intentó rectificar el camino. Necesitaba obstáculos con los que distraer a Muerte, y un claro en el bosque no era la mejor opción. Se dispuso a girar a la izquierda, cuando se dio cuenta de que la oscura bruma la estaba rodeando, dejándola sin escapatoria. La estaba conduciendo directamente al claro, que estaba totalmente iluminado por la blanquecina luz de la luna. Apretó la mandíbula. Muerte no era tonto. 
Se apretó el vientre con más fuerza y continuó corriendo, intentando hacer oídos sordos al dolor punzante que sentía por todo el cuerpo. Cuando entró en el claro, la luna la bañó con su luz, haciendo relucir su piel perlada de sudor. En el centro descansaba un estanque de pacíficas y cristalinas aguas, en las que se reflejaba la imagen de la luna llena. Llegó hasta él y sumergió medio cuerpo dentro, dándole un respiro a su hinchado vientre.

-Mejor, ¿verdad?-le susurró, tirándole agua por encima.

Giró el rostro hacia la oscuridad del bosque y de ella surgió la imponente figura de Muerte, con su túnica negra cubriéndole el cuerpo. La miraba a distancia, sin acercarse, pero su mirada era suficiente para atraerla y aterrarla a la vez.

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